Ella me dice que soy un tonto a las
tres, pero yo hago oídos sordos. Quizá ponga seguridad algún día
de estos, pero con la edad que tengo qué me van a robar, hay que
gozar de la fresca viruta y dejar de pensar tanto las cosas. Le
encanta buscarle la quinta pata al gato; no hay mal que por bien no
venga. De cualquier manera, la mujer y el oro lo pueden todo. Para
colmo nuestros hijos abandonaron el nido hace varios años ya. Es
algo gracioso debido a que ahora me gustaría tenerlos cerca, se los
extraña un poco y se me hacen lágrimas de cocodrilo, pero antes,
hace unos años, esos dos hijos más una madre eran tres diablos para
un padre como yo.
Encima eran inquietos e indecisos, me
volvían loco. Cuando crecieron ya fue otra la cuestión. El mayor es todo un personaje; un alma de cántaro bárbaro que por su ingenuidad pisa todos
los palitos. Por suerte se las rebuscó para salir
adelante con la empresa de fotografía. Debo admitir que no comprendo
mucho de tecnologías y de artilugios modernos, pero igualmente pongo
las manos en el fuego que si él dice que eso será el futuro,
bienvenido sea. El menor, por su parte, es bastante conflictivo. Le
gusta andar sembrando cizaña con medio mundo y lo he visto irse de
boca un par de veces y en varias ocasiones lo tuve que ir a buscar a
la comisaría por diferentes encuentros que tuvo. En más de una
oportunidad tuvo que pasar la noche en blanco, porque si tenés que
dormir en un lugar como ese, te la regalo. No quiero que se meta en
problemas, más porque al ser joven la muerte lo acecha. Como si
fuera poco hay algunos vivos que todavía me dicen: “el que por su
gusto muere, hasta la muerte le sabe a gloria”. Es una pena porque es muy
inteligente pero por sus malos tratos se siente el último orejón
del tarro y eso, para un estudio de abogados, no es nada bueno. Más
vale maña que fuerza.
Hay que encontrarle el lado positivo:
cuando se fue el más grande, el otro se quiso ir y así maté dos
pájaros de un tiro y los mandé a volar bien alto así no se ve ni
una nube. Lo que no pasó en un año, pasó en un día. Igualmente,
no me hagan caso que acá hay mucho ruido y pocas nueces. Me hago el
duro pero tanto a mis hijos como a mi señora, los amo como a nada en
este mundo. Tendría que dejar de tirar piedras hacia mi propio
tejado porque eso es tema de tontos y de necios. Hay que ser
agradecido de la vida, saber divertirse y aprender a amar, porque el
amor por los ojos entra, y en el corazón se aposenta. Dondequiera
que estés: haz bien sin mirar a quien. Hasta siempre.